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martes, 28 de septiembre de 2010

“LA TRAYECTORIA DEL SINTOMA, DE LA VERDAD A LA ELABORACIÓN DE SABER” *

“La envoltura formal del síntoma” es el título de un texto de Jacques Alain Miller. Haremos el mismo recorrido que hace Miller en ese texto pero desde otros ejes. Miller suele tomar una frase de Lacan que fue dicha una única vez en un solo texto y elevarlo a una revisión completa de todo el psicoanálisis. “La envoltura formal del síntoma” es una frase que Lacan usa una sola vez en “De nuestros antecedentes”.
En ese texto, Miller dice que esa envoltura llevará de la verdad, a una elaboración de saber y entonces vamos a ver de qué se trata cada cosa.



En el último número de Etcétera (boletín mensual del Centro Descartes), un conocido psiquiatra de Cambridge, Germán E. Berríos, refiriéndose al modo en que la psiquiatría más pura está trabajando actualmente en Inglaterra, toma los aportes del lingüista Jhon Austin, en particular el uso que hace de los performativos.
Un performativo es aquello que al momento de enunciarse se realiza. Cuando se dice “juro” no solamente se está diciendo algo, sino también haciendo algo que me compromete en mi palabra. Tenemos por un lado un mensaje, que ya estoy dirigiendo a alguien y a la vez con eso estoy provocando un acto, hago algo con esa palabra.
El síntoma mental –dice Berríos- en el momento en que se convierte en un acto de habla y no solamente el delirio y la alucinación comienza a ganar funciones nuevas además de la información, son performativos en un sentido real. Un enfermo no solamente está diciendo “estoy viendo cosas raras” sino que con esto está queriendo causar un efecto en el que está enfrente. Ignorando al psicoanálisis, sostiene que al margen de dos o tres libros sobre la pragmática lingüística aplicada a la psiquiatría no hay nada. Ni se lo ha usado terapéuticamente, porque el enfermo se lo toma al pie de la letra, se lo toma como informativo y no como performativo.
Con esto ¿qué nos quiere decir? Que cuando estamos situados en este terreno no se trata de ninguna verdad, en el sentido de referente, de designación (elaboración de saber no tiene nada que ver con la verdad referencial). Tenemos una verdad de designación, yo puedo decir “no es cierto que terapéuticamente no se ha usado”. Ahora cuando miente sobre eso que designa dice la verdad respecto de un deseo, de abrir un nuevo puente en el tratamiento de los locos, por ejemplo.


El concepto de verdad no es “mi verdad”, verdad es algo que se impone a alguien. Yo digo “tengo tres millones de dólares en el bolsillo”, con eso yo quiero hacer algo con el otro. Cuando se descubre en alguien que se está analizando que mienten a la realidad, están diciendo la verdad de su deseo.


Hay un texto de Freud que a Lacan le encantó llamado “Psicoanálisis y telepatía”. Él habla mucho de esto que son los medios, la telepatía, etc. Freud escribió mucho sobre esto, su época era una época en donde se le daba mucho lugar a los mediums.
Freud dice que de lo que se trata para que una interpretación tenga efecto es que sea la interpretación de un deseo no la interpretación de una realidad real.
Lacan en el artículo “Radiofonía y Televisión”, habla de la palabra como un medium, como la palabra puede llevar no solamente un mensaje, sino algo que transmite más allá de lo que dice. Cuando no había internet dice: “como llevar a uno el viento del otro” (se refiere a Freud, Jacobson), habla de la función telepática del lenguaje. Inventa incluso un neologismo: “telepatizar al otro”.
En “Radiofonía y Televisión” usa muchos neologismos de ese tipo. Para conmover a la audiencia respecto de esa función mágica que tiene la palabra, Freud dice devolver con la palabra ese poder mágico, incluso sacárselo al territorio de la religión. La disputa mayor que hace es como sacarle el oscurantismo del lenguaje en que había caído la palabra religiosa y poder darle una explicación a esos acontecimientos.
Si efectivamente eso sucede, lo tengo que explicar de alguna manera. Sacarlo de lo oscuro y volverlo a la claridad de la razón, de la razón ilustrada.


Lacan tiene una especie de manifiesto de vanguardia que se llama “La instancia de la letra en el inconsciente o la razón después de Freud”. Porque la razón después de Freud a diferencia de la razón Kantiana incluye lo patológico. Kant dice: “todos por igual nacimos con razón, por lo cual por la educación, el hombre llegará a ser hombre, no hay hombre antes”. Freud se da cuenta que a los hombres por más que se los educa, no hay mucha manera de ilustrar sobre algunas cuestiones. Por ejemplo, por más que se le explique a un niño que los niños no nacen de un repollo, él seguirá pensando que vienen de un repollo, no se puede sacarle esa fantasía. Dice: “La ilustración no desciende al inconsciente”.
El psicoanálisis se trata de otra cosa. No es que es parte de un conocimiento que uno puede tener, de eso puede resolver aquello mismo que le acontece, incluso a uno mismo, o sea no hay un autoanálisis posible.
El inconsciente es una pulsación. Algo que se abre para cerrarse automáticamente. El pensamiento, dice Lacan, es una mosca en una botella tapada, se choca. Alguien puede pensar mucho pero el problema es cuando habla. En ese diálogo está la posición de Freud respecto de la dimensión de objeto.


Freud tiene un texto princeps que es “Psicopatología de la vida cotidiana“. En ese tiempo la psicopatología se estaba construyendo. El subtítulo dice: “sobre el olvido, los lapsus en le habla, el trastocar las cosas confundido, la superstición y el error“.
¿Qué provoca este texto? traerá a la costa gente “normal”, cuando Freud empuja el término del otro lado lo satiriza, lo que hace es traer neuróticos, cualquiera que tropieza tiene síntomas.


Hay muchas maneras de paliar el sufrimiento. Freud dice: “a mí se me ocurrió uno, inventé a este personaje”, porque justamente es un personaje por un lado, que surge del fracaso de la amistad, hay que recordar que Lacan dice: “Freud, el primer analizante de la historia”, porque su analista era Fliess, fue una amistad que fracasó y es notable que hay una apología de la amistad en muchos textos psicoanalíticos. Hay una especie de fracaso de eso en la segunda mitad del siglo XIX y principios del siglo XX y el psicoanálisis vino a ubicarse en el lugar donde fracasaron los acuerdos de las relaciones entre los sexos, hombres y mujeres y las relaciones de amistad, hay algo que tiene que ver también con el fracaso de ese malestar. Lo que alguien antes descubría hablando con el amigo o que una mujer podía subsanar con un matrimonio y teniendo hijos, hoy en día el malestar no cede. Se casa con uno, con otro y con otro, el tabú de la virginidad ya no se da exactamente como es explicado por Freud.


La primera cuestión que un analista tiene que tener en cuenta es que nadie se equivoca. No es que no tuvo educación sexual, la madre era muy tímida y no le explicó, no tiene nada que ver con eso. No se equivocó, sabe.
Oscar Masotta en “Lecciones de Introducción al Psicoanálisis”, construye una frase que uno tiene que escribir a la entrada del consultorio: “El sujeto no sabe sobre aquello que está en el origen de los síntomas que soporta”. Eso es el inconsciente, ahora viene la otra parte…“porque nada quiere saber que no hay saber sobre lo sexual”, no es solamente que nada quiere saber sino que además lo que no quiere saber es que no hay saber sobre lo sexual.
El conocimiento es la ideología, la ideología es de donde yo me voy a agarrar para producir un síntoma.
Un síntoma que tiene esa dimensión de mensaje y de satisfacción. Hay dos satisfacciones, no es la que obtengo a partir del otro, la que yo provoco, y la otra es que hay un sufrimiento, satisfacción muda que se repite.


Inhibición, Síntoma y Angustia (1926) es una pelea en tres frentes que está haciendo Freud:
- El psicoanálisis con niños, por eso es que el caso paradigmático para mostrar la formación de síntomas es Juanito.
- La formación del carácter de Reik, la idea de carácter, por eso toma el Hombre de los Lobos.
- Pavlov y toda la psiquiatría rusa que se está queriendo tragar el psicoanálisis con la idea de inhibición.


Miller, en las Conferencias Porteñas habla de la Clínica del superyó. Dice que hay que darle mucha importancia a la historia del psicoanálisis para entender los conceptos y que si no se vea como datar el superyó, o sea ponerle fecha de nacimiento como una prenda en la historia del movimiento psicoanalítico. Una cosa es el poder de la palabra y otra cosa es el ejercicio del poder. Cualquiera que se quiere ocupar del ejercicio del poder está en otro terreno. Otra cosa es saber que hay un poder de la palabra y ahí hay que vérselas con muchas cuestiones porque uno no sabe qué puede pasar.


Hay una frase fundamental, dice Freud en el 32/33 en “La Femineidad” : “Hace ya falta buena parte de reparación intelectual para creer en la casualidad, el primitivo y seguramente también el niño sabe dar una razón a todo lo que sucede”. Entonces no seamos primitivos, no sabemos por qué sucede. Un síntoma para un analista no tiene ninguna causalidad, más que aquello que vaya a determinar aprês coup aquél que vaya a consultar. “No lo que pasa que con el padre que tiene, el abuelito que le pegaba, el tío que le tiraba de los pelos, imaginate la carga traumática que tiene”. No sabemos, siempre se busca una causalidad porque el que no la haya es angustiante.


La regla de abstinencia: solamente cuando algo no se hace es que se habla de eso. Si alguien tiene que declarar su amor, una cosa es la declaración de amor y otra cosa es ir a los hechos.
Lacan dice: “¿Qué me quiere?” Me quiere fuerte, me quiere débil, me quiere malhumorado, para llegar a eso primero tengo que decir acá no. Siempre retirarse de ese lugar donde el otro me quiere ubicar. “Nunca me encontrarás donde me buscas”.
Si no hay estatuto sexual, hay un encadenamiento verbal de esos modos de disfrutar. Hay fantasías de distintos tipos de modos de disfrutar de la vida, el cuerpo en relación al otro, hacerse disfrutar ahí.
Eso tienen palabras que no llegan a un modo último de realización, sino que son modos que se van a conjugar, más orales, más anales pero en cuanto a fantasías.
El analista y el analizante no pueden tener relaciones sexuales para que puedan hablar de sus fantasías, para que puedan ir localizando cuáles son sus modos de gozar. Si alguien cediera al amor se acabaría el análisis. Se elabora un saber que sirve para hoy y puede ser que mañana no sirva para nada.


No reducir el psicoanálisis a su práctica. Para Freud no hay civilización y barbarie, no hay unos señores que subliman y otros que son unos bárbaros porque no aprendieron nada.
El psicoanálisis es un modo de tratar el malestar. Hablar de una política del síntoma es entender que es a partir del deseo de alguien que se va a tratar con ese modo que es el modo de construcción que alguien estableció un puente entre dos elementos heterogéneos que son la civilización y a sí mismo.


                                                    Claudia Passalacqua




*Reseña de la clase dictada por Beatriz Gez en el IOM Pilar, 04/09/10

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