Foto de Germán Maass

martes, 29 de noviembre de 2011

La fuerza y el dominio, por Verónica Carbone

 
1. Fronteras

Se suele decir que el psicoanálisis trata la singularidad, el uno por uno, mientras que el discurso social tiende al “para todos”. Pero ¿dónde está el límite? La misma separación de fronteras es parte del problema. En todo caso, la división no es lineal, y puede tornarse escabrosa. También resulta más interesante el desafío intelectual y la invitación a persistir en la reflexión.
La violencia, como hecho y como tema suscita obstáculos al pensamiento. Preocupa y el debate rebasa los límites particulares. Se repiten situaciones. Surge la denominación, se dice: “violencia de género”. El nombre se presenta cuando la densidad de los actos hace emerger lo subterráneo hacia la circulación común. Alarmados, los sociólogos, periodistas, estudiosos acuden a las estadísticas. Se desayunan preguntándose ¿es un problema social? Deambulan mujeres golpeadas ocultando malamente los moretones, calladas víctimas de la violencia familiar.

2. Violencia


Pero, ¿qué es la violencia?
¿Aquella situación, cualquiera, en la que se pondría en riesgo a otra persona?
¿Un riesgo?, ¿diferentes formas de abuso?, ¿la violencia sexual?, ¿sólo física?, ¿…y la violencia económica?, ¿la religiosa… existe?, ¿la racial? Es indudable. ¿La moral, es no legítima? ¿la psicológica, por dónde comienza? Podríamos hacer una diferencia categorial de violencia, pensando con Freud y Lacan, la constitución del sujeto. Intentaríamos una división entre “violencia devastadora” y “violencia propiciatoria”. En esta última encontraríamos que el significante aparece violentamente irruptivo en lo real.
La historia de nuestro mundo se ha construido con rupturas sociales y culturales.
Se trata, hoy, del cambio referido al lugar de la mujer. Los movimientos que propugnaban esa transmutación han tenido influencia notable en las leyes sociales.
3. Violencia de género.


Se conoce como violencia de género a los actos violentos del hombre contra la mujer. Las Naciones Unidas la define como:
“Todo acto de violencia basado en la pertenencia al sexo femenino que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada” .
Los escritos sobre este tema se caracterizan por remarcar un desequilibrio de fuerzas, al que muchas veces se llama poder, y se insiste en una imagen de sometimiento, quedar a merced sin posibilidad de defensa.
No podemos ignorar la existencia de la llamada violencia de género, resultado de una suma estadística de casos particulares, que llegan a tener relevancia social.
4. Fuerza y Dominio.


Resulta común destacar que la contextura física del macho hace que éste posea primacía sobre la mujer.
Estamos dentro de lo que llamamos fuerza y la posibilidad de su uso en acto violento contra otro ser más débil.
Por su aspecto físico, como por el rol social, encargada del hogar, madre etc., la mujer fue considerada mítica, jurídica e históricamente como el sexo débil (Sexo imbécil, se le decía en el Derecho Romano).
Esto lo podemos rastrear en la bibliografía antigua, desde los griegos pero también en el Génesis del Antiguo Testamento: Dios crea a la mujer a partir de la costilla del hombre.
Habría que aguzar el sentido para diferenciar conceptualmente fuerza de dominio. Sería una cuestión que nos permitiría articular el psicoanálisis con estos otros discursos.
La violencia de un hombre sobre una mujer se caracteriza en general por ejercer la fuerza física a partir de un marco simbólico.
Decir que la violencia es constitutiva no es suficiente para el planteo que nos interesa. Tendríamos que recurrir a la llamada última enseñanza en Lacan para remarcar el goce como punto de partida en la intelección del fenómeno de violencia. (El goce implica tener un cuerpo y dicho fenómeno da cuenta de ello ya que se trata de la puesta en juego de cuerpos en fuerza).
El cuadro que Lacan introduce en el Seminario 20 sobre las ubicaciones del ser sexuado, indica que la posición masculina se mueve en el Todo, rechaza la diferencia que destruye esa totalidad, marca un límite, y su característica es el síntoma. La posición femenina surge con relación a lo ilimitado el No Todo, caracterizándose por el estrago, lo ilimitado que arrasa, estraga.

5. De los prejuicios a un juicio

Tratemos de precisar de otra manera la violencia de género. El cuerpo es puesto por el sujeto en juego dejando en evidencia un goce mortífero, sancionado y desconocido hasta ese momento. Sólo accesible si se logra responsabilizar al sujeto con “el desorden que hay en su mundo”.
Nos orientamos a partir del sin límite del lado femenino. Ese sin medida que mientras no pueda ser ubicado los empujará al desenfreno y riesgo sin sentido.
Lugar al que se accede para no caer como desecho. Aventurándose en eso que provoca horror, se podrá descubrir la ficción en la que se apoya la vida del sufriente. El horror puede llegar a ser el rechazo a asumir ese empuje hacia la violencia “amorosa”.
El analista debe estar advertido que, en casos de gran violencia física o psicológica, los relatos pueden llevarlo a emitir juicios de valor que son meros prejuicios. La orientación es a partir de los conceptos que nos permitan ubicar el punto de responsabilidad subjetiva y acompañar a aquel que quiera internarse en eso que es lo más íntimo del ser. Es el coraje de ir a encontrarse con esa intimidad la que permite concluir con un rasgo doloroso en la vida, con sus efectos no deseados. Surge aquí un juicio pero es el ético, y a partir de allí hacer otra cosa con eso.
Los actos de violencia, son imposibles de no sancionar. Pero en el transcurso de un tratamiento puede llegar a ubicarse que esa fuerza ejercida, le otorga al otro el dominio en la relación. Volviendo a jugar el juego en reverso.

6. A modo de conclusión


Recorrer juntos el camino de cada caso concreto se justifica en la medida que logremos, mediante la reflexión colectiva, aportar algún nuevo matiz a los conceptos establecidos y su relación entre sí.
De aquí podemos deducir que no es lo mismo fuerza que dominio.
Los textos de la época presocrática, nos muestran que en esos tiempos, la normativa vigente consagraba explícitamente el derecho del más fuerte, estableciendo la identidad entre fuerza y dominio, con el auxilio incluso de los dioses. Luego, tal identidad se tornó encubierta.
A partir de Hegel, y la función que estableció para el reconocimiento, en la relación amo-esclavo, la figura del esclavo es esencial para el amo, más allá de quién detente materialmente el poder. La permanencia en el dominio depende del reconocimiento externo de la posición asumida.
De ahí la necesidad (que tiene el vencedor) de institucionalizar, prontamente, los cambios socio políticos cuando se rompen de manera abrupta las correlaciones de fuerza preexistentes. Como dijo Talleyrand, el canciller de Napoleón, “las bayonetas sirven para cualquier cosa menos para sentarse sobre ellas”.
Cada vez que el hombre ejerce violencia sobre la mujer, está, de hecho, cediéndole su titularidad sobre la legalidad. Un ladrón que asalta a cara descubierta, puede exitosamente hacerse del botín, pero se condena a la clandestinidad, asumiendo la posición de victimario- delincuente. A partir de la mirada que la sociedad tendrá sobre él, será un preso o un fugitivo.
El victimario como el jugador (aunque gane, se asoma a la ruleta siempre para perder), establece una situación que funda un mecanismo: puede ser afortunado en primera instancia, pero su posición está, de por sí, destinada a revertirse en el futuro.
Cada vez que ejerce su fuerza, al perder su legalidad, está despertando un sistema, que lo incluye en una dependencia. Así como la mujer se encuentra “bajo sus manos” en el momento de la violencia, él se hallará luego a merced de ella, ante la sociedad, lugar en el que se debe vivir.
Ambos, entonces, tienen para ganar y perder en esa rueda que los atrapa, de la fuerza y el dominio. Es a lo que juegan mientras se les va la vida.


Verónica E. Carbone


Miembro de la A.M.P, E.O.L.

martes, 25 de octubre de 2011

EL PROCEDIMIENTO DE SUSY

El libro de Susana Romano Sued, PROCEDIMIENTO. Memoria de la Perla y la Ribera es el testimonio de una experiencia lacerante en dos centros de detención en la provincia de Córdoba durante la dictadura militar Argentina, que a fines de los años ’70 produjo 30.000 desaparecidos.



“Procedimiento” era la palabra usada por los militares para designar los operativos de captura y/o eliminación de personas.


Susana Romano Sued es, es poeta, es psicoanalista, es traductora y doctora en Filosofía, así como catedrática de Estética y Crítica Literaria Moderna en Córdoba-Argentina.


El texto que sigue es la presentación realizada por Mauricio Tarrab el 13-12-07




El procedimiento de Susy


Por Mauricio Tarrab


Conozco a Susy desde que éramos chicos. Es mi prima. Mi abuela no dejaba de hablar de ella, la adoraba.Fuimos algo lejanos durante demasiado tiempo. Ella en Córdoba, yo en Buenos Aires, solo alguna parada adolescente en su casa antes de irme a las sierras. Luego vinieron épocas desgarradas, caminos divergentes, años. Una vez supe que se había ido a Alemania. Luego, hace ya tiempo el psicoanálisis más que la familia, nos reunió otra vez; o habrá sido haber reconocido bordes y anhelos comunes, entrañables, que nos acercaron. Nos escuchamos, nos leímos.


Y un día, hace menos de un mes mientras cenábamos con Tricia, mi mujer, y para mi sopresa, me invitó a presentar su libro. Me lo dió y yo no sabía entonces de que se trataba. Meses antes me había dicho algo así: “escribí algo fuerte de una manera inédita”. No sabía qué quería decir con eso. Ahora lo sé.


Lo primero que tuve que hacer con este libro fue atreverme a leerlo. Cuando me lo dió lo dejé sobre mi escritorio y allí se quedó. Yo no lo abría y él no se movía de allí. Yo hacía como que no lo veía, pero su tapa partida no dejaba de mirarme. No me atrevía -se los digo en serio- no me atrevía a abrirlo, y eso que no había leído aún ni una letra. Me disculpaba conmigo mismo en qué tenía mucho trabajo, los pacientes, lo que yo mismo estaba escribiendo, excusas…


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Cuando ya el tiempo no estaba más de mi lado tuve que abrirlo. Tuve que abrirlo porque quise hacerlo, claro. Porque quería estar acá. Y entonces ya no pude parar y lo leí de un tirón, alejándolo de vez en cuando para poder respirar.


Es un libro singular, de una escritura inédita. Si no se tratara de lo que se trata algunos párrafos podrían ser un haiku. Eso está ahí. Eso sucede. Eso pasa.


Uno puede abrirlo en la primera página, en la quinta, en la número 46, en el final, y siempre estará en el centro de la cuestión.


Lean este libro como quieran, pero lo abran donde lo abran todo estará ahí, en un párrafo que ahoga, en una línea que golpea, en una palabra que tiembla, que resuena, que grita.


Pensé que era el reverso del libro de arena de Borges, ese libro que nunca se volverá a abrir en la misma página. Este libro de Susy, lo abran donde lo abran estarán siempre en la misma página. Una pagina de cuya trampa no es nada fácil salir.


El “procedimiento” de Susy, su valentía es escribir en el borde del horror, rescatando trazas de memoria, jirones de cuerpos, pedazos reales del tiempo.


“Enrollo nuevas hojas, canjeadas, ocultas en harapos frenando borramientos de huellas, de historia, salvando, registrando en pronto recordar”



“aunque olvidamos mucho, bastante, cuidamos, resguardamos memoria rescatada salvada contra fragmentarios borrones”


El procedimiento de Susy, su valentía , y voy a decirlo así, su saber, es que cuando ya no se puede más hablar, cuando ya no se puede más decir, queda escribir, queda registrar, dejar huellas, marcas. Queda la inscripción, la talla en madera, en piedra si es posible, quedan las inscripciones cuneiformes, los bisontes de Altamira, las marcas de las uñas en la pared.


Cuando la subjetividad se aplasta, se desvanece, se extingue; cuando el Otro se deshumaniza, solo queda el deseo de la letra, el deseo de que algo se inscriba, aunque sea en la arena que el viento va a volver a llevarse. Queda eso, porque ese es el modo en que nos hemos humanizado, es eso lo que ha hecho con nosotros el Otro, el lenguaje, la cultura, o si Uds. quieren para imaginarizar la cosa, lo que ha hecho la Madre inscribiendo con su decir, su deseo sobre nuestro cuerpo. Y es alrededor de esa marca, de esa espina, de esa letra, alrededor de la que se construye toda la subjetividad humana.


El procedimiento de Susy, su valentía, nos da también pedazos de la brutalidad real de una experiencia que no se puede contar, una experiencia que no se puede medir y pesar, que no se puede poner en ningún formulario, pero que se queda adherida a quien lo lee.


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Su procedimiento es intemporal. En el libro no hay pasado, ¡no hay pasado! La experiencia de lo intemporal es abrumadora. Su memoria no construye una historia, una trama, un final. Nos da en bruto el siniestro sinsentido del horror. La historia la construimos con la lectura que hacemos, desesperados por darle algún sentido a eso que está ahí, desesperados por darle un sentido, heroico, trágico, político, darle a ese sinsentido rotundo una orientación, un trayecto, un devenir, una salida. Pues no la busquen en el texto. El procedimiento de Susy es implacable.


Y el espacio… todo el espacio de ese mundo infernal, está aplanado, Hay un allá y un acá. Hay la nostalgia imaginaria del Allá, pero cuando eso vuelve, cuando la marejada vuelve, está de nuevo ese Acá que hace temblar.


Allá correcto orden y paz y calma, serenas maestras y aplomados maestros entrenados…felizmente arrullados, tranquilos, acariciados por tiernas y firmes palabras…


Acá ni sé que somos


Te digo, semimuertas


Pero el suyo, no es solo un procedimiento de memoria. Es también el uso material de la escritura. Y de eso está hecho su testimonio.


Así como César Vallejo imploraba para que España apartara de él su cáliz, pero no dejaba de escribir adentro de esa herida, Susy escribe.


Aromas dulces me hacen heridas sensoriales, alegran de vivir, aún si sangra, aún si astillas riegan de huesos mi rincón



vocaciones de sobrevivir


Ella hace su “esfuerzo de poesía” desgarrada y vibrante y viva, para que pueda escribirse en ese agujero infinito otra cosa. Para que pueda escribirse otra cosa, por venir. Es su manera de hacer memoria y es su manera también de dejarla atrás.


Por eso creo que hay que contradecir, a pesar del respeto que tengo por el personaje, a Adorno. Y a pesar de que él mismo –como me lo recordó mi hija ayer a la noche- se ha retractado de esa frase que se menciona en la contratapa de este libro . Hay que contradecirlo, cuando Adorno dice que “no puede haber poesía después de Auschwitz” . No, no es así, lo siento amigo Adorno, lo que no puede haber es Auschwitz, La Perla, La Ribera, la ESMAi. Nombres espantosamente criollos para el horror universal frente al que aún el buen Dios claudica.


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Para terminar esta presentación, que es también la manera que he tenido de dar mi propio testimonio como parte de esa, mi generación, marcada a fuego por la desmesura de los ideales y por sus reversos siniestros, y marcada también por la insensatez, por tanta insensatez... tomo un párrafo en el que Susy hace escuchar la voz marcial :


Uds. no estarán, no dirán, no hablarán, no van a dejar rastros; si quedan, ninguno creerá; apostemos.


Y sin embargo aquí estamos, y entonces podemos decir que a pesar de todo… a pesar de todo, ellos perdieron la apuesta.

viernes, 21 de octubre de 2011

De los afectos a los efectos de formación

Contratransferencia

Tanto Freud como Lacan trabajaron la noción de contratransferencia. En “El Porvenir de la terapia psicoanalítica ” Freud es taxativo en cuanto a la necesidad del reconocimiento y vencimiento de los sentimientos inconscientes que surgen en el médico bajo el influjo del enfermo. Advierte a su vez que la dirección de la cura estará determinada por sus propios complejos y resistencias vislumbrando un futuro poco alentador a todo aquel que no logre llevar a cabo un autoanálisis.


Lacan siguiendo la línea freudiana le dedica un apartado a esta noción en el Seminario La Transferencia , recordando que todo lo que representa el inconsciente del analista como no analizado ha sido considerado desde el origen mismo del movimiento psicoanalítico, nocivo para su función y operación. En ambos casos se trata de que el analista deje por fuera lo que hace a la subjetividad. En el Seminario 10 Lacan afirma:”…la angustia no parece ser aquello que los asfixia, quiero decir como psicoanalistas (…). Está (…) en la lógica de las cosas, es decir, de la relación que tienen ustedes con su paciente. Sentir la angustia que el sujeto puede soportar los pone en todo momento a prueba. Hay que suponer pues que, al menos para aquellos de entre ustedes que están formados en la técnica, la cosa ha acabado siendo regulada por ustedes mismos” .


Desde otra perspectiva para los analistas alistados en la ego-psychology la contratransferencia resulta el operador de la cura. Desde el lugar del otro del saber absoluto su tarea consiste en decodificar el discurso del analizante; lejos de considerar la fecundidad del malentendido, la comprensión se encuentra lista para servir. Los sentimientos hacia el paciente operan como un saber que le permite definir entre otras cosas la estructura. Se trata aquí de un problema que toca la ética de la práctica misma.


Eric Laurent muestra la dispersión que existe dentro del marco de la IPA en relación a las teorías, en consecuencia la práctica analítica queda despojada de una brújula que la oriente y así el practicante debe echar mano a la contratransferencia para retomar el rumbo. Me gustaría detenerme en esta cuestión brevemente. De una manera simplificada podemos definir la contratransferencia como el conjunto de sensaciones, sentimientos y reacciones que el paciente suscita en el analista. De allí y siguiendo la investigación realizada por Laurent se observa la variedad de significaciones asociadas a la noción de contratransferencia entre las que podemos nombrar: co-pensamiento, insight, empatía, representaciones mentales (cabe recordar que lo mental se asocia para Lacan con lo débil), trabajo de a dos, etc. Con respecto a esta última creo importante señalar que dicho trabajo asimila ambos lugares en la partida analítica o lo que es peor, ubica al analista en $(sujeto dividido) obligando en consecuencia a ocupar el lugar de a al analizante, ya que como sabemos en la sesión analítica no hay más que un sujeto. Al mismo tiempo si tenemos en cuenta que dentro de la serie de los afectos la angustia es el único que no engaña (por ende los demás si lo hacen). ¿Qué autoriza a operar al analista guiado por ellos?

 
Los lacanianos también sienten
Lacan nunca consideró que el analista estuviera exento de experimentar algunos sentimientos hacia su paciente sin embargo no deja de resaltar que no es conforme a ellos que realiza su operación. En este punto el término que viene a prestar auxilio contra los “engaños sentimentales” es el deseo del analista en tanto se trata de un deseo relativo al discurso psicoanalítico mismo y por ende a una ética que le es propia.


Al dejar en suspenso las condiciones de su goce el analista no sólo pone en marcha una técnica sino que vehiculiza por esa vía una ética que implica los principios de su práctica.


Si Lacan remite el deseo del analista a las figuras de la muerte, el desecho, la encarnación de la apatía y la neutralidad benevolente entre otras, es para subrayar que sólo desde dicha posición estará en condiciones de operar convenientemente. Se puede entender convenientemente en el sentido que Lacan da en La Dirección de la cura a la acción psicoanalítica cuando señala que el poder del analista reside en no ejercerlo. La ética que anima su acto implica renunciar al bien universal. Sin embargo no se arriba a dicha renuncia por la vía de una declamación al estilo de un ¡Si renuncio! sino que está íntimamente ligada a su propia formación. En este caso quiero destacar la función de la supervisión, función que Lacan remite a “controlar a un sujeto sobrepasado por su acto” y agrega: “..no es el problema ”


Eric Laurent afirma que el problema es el analista que cree ser el amo de su acto escapando así al deseo del analista. Hacer un buen uso de la supervisión es lo que permite a ese sujeto sobrepasado por su acto rectificar su posición y la orientación de la cura. La supervisión así entendida es lo que impide que la práctica se convierta en una técnica. Podríamos decir: a falta de técnica hay un trabajo sobre el caso desde una posición de docta ignorancia, esa posición de saber que el analista necesariamente tienen que dejar en suspenso.


Karina Perez






lunes, 23 de mayo de 2011

domingo, 22 de mayo de 2011

Reseña de la Jornada "El psicoanálisis en la actualidad"




Semblanzas de un buen encuentro

Después de largas conversaciones, en cada oportunidad que el psicoanálisis nos dio para reunirnos –en mesas de almuerzos, cenas o brindis celebratorios- finalmente las Delegaciones San Fernando y Pilar del IOM fijamos fecha y lugar para un encuentro amistoso de trabajo. Fue el 14 de mayo, una tarde de sábado en el bellísimo marco que nos brindó la Biblioteca Madero de San Fernando, un antiguo edificio que contrasta en el paisaje céntrico comercial de una ciudad que amalgama prolijamente lo antiguo y lo nuevo.

La Jornada, titulada “La actualidad del psicoanálisis”, estuvo conformada por tres mesas de exposición y debate y una clase dictada por Germán García, “En conclusión, los goces”. Un auditorio conformado por amigos, referentes de trabajo, desconocidos interesados por la invitación y algún concurrente incauto, siguió con interés y en algunos casos con afán de participación los temas abordados y las discusiones suscitadas.

La apertura consistió en responder a la pregunta Qué se hace en el Instituto Oscar Masotta, tarea que tomaron a su cargo los coordinadores locales de ambas Delegaciones, Félix Chiaramonte de San Fernando y Graciela Schnitzer de Pilar, y la secretaria del IOM, Stella Palma. Mientras esta última aportó datos de la conformación institucional y organizativa del IOM, junto a un comentario sobre la ubicación del psicoanálisis respecto a la actualidad de la época; los responsables de las delegaciones participantes hicieron un trabajo de reflexión acerca de lo específico de la educación analítica, poniendo en tensión los términos “enseñanza” y “transmisión” en el horizonte de la formación de los analistas. Además nos mostraron una retrospectiva de la historia de la inserción del psicoanálisis en cada ciudad a través del IOM, en la cual se evidenció de qué manera cada experiencia produce efectos particulares.

La mesa correspondiente a la presentación del trabajo de los módulos de investigación que funcionan en San Fernando, y de la articulación del Seminario Clínico con la enseñanza del caso en la modalidad de Pilar, estuvo integrada por Verónica Ortiz (módulo El psicoanálisis frente a los problemas de la educación), Alejandra Medina (módulo Las mujeres y el psicoanálisis), Natalia Senestrari (módulo Psicoanálisis con niños, asesorado por Claudia Castillo) y Luciana Nieto (IOM Pilar). Interesó en las diferentes lecturas el múltiple interés del psicoanálisis, y la posición de los participantes de los grupos de trabajo, caracterizada por una filósofa del público como la mayoría de edad alcanzada por alguien que se orienta por el imperativo kantiano “atrévete a saber”, condición de la ilustración racional. Pero no sin preservar el vacío de lo imposible de saber como impulsor del avance del saber analítico, contra toda pretensión de un conocimiento totalizante y universal.

Luego de un descanso saborizado por las exquisiteces preparadas por los anfitriones, tuvo lugar la mesa dedicada al tema de la Actualidad de la Salud Mental, donde participaron Nieves Ruiz, Presidente de la Región XV del Colegio de Psicólogos de la Pcia. De Bs. As., Fernando Callari, integrante del equipo de Salud Mental de la Municipalidad de San Fernando, y Fernanda Gaillard, pasante del Centro de Referencia Municipal de Salud Mental de Pilar e integrante del IOM Pilar, coordinada por quien escribe, Karen Monsalve. Cumpliendo con la expectativa manifestada por Felix Chiaramonte en su apertura, el monólogo entre disciplinas diversas, incluso contrapuestas en algunos puntos -monólogo puesto que la pretensión del diálogo es el borramiento de las diferencias en pos de la avenencia-, condujo a un interesante coloquio –más pertinente, en tanto es una conversación que preserva el malentendido- donde emergieron temas de actualidad que involucran a las prácticas cotidianas de los presentes. Las consecuencias, deseadas e indeseadas de la promulgación de la nueva Ley de Salud Mental dictada recientemente por el Congreso Nacional; la responsabilidad del Estado en la dignificación de los recursos para los trabajadores del campo de la Salud Mental y la responsabilidad de cada uno en las prácticas llevadas a cabo; la tensión necesaria entre la universalidad del “para todos” vehiculizada por la estadística, y la práctica del uno por uno -presente en la mesa en el caso comentado por Fernanda Gaillard donde se constata la eficacia de la presencia de un analista en una institución pública-, fueron algunas de las cuestiones tratadas.

Para concluir… los goces. Dicho así, en plural -propuso Germán García- para evitar la lectura ontológica que produce “el goce” dicho en singular. Despegar de la idea de una entidad sustancial permite situarlo como un modo de establecer un discurso, que en la enseñanza de Lacan se articula de distintas maneras para establecer la relación entre el lenguaje y el cuerpo, siguiendo la pregunta ¿el lenguaje se incorpora de qué manera a qué? Con su habitual estilo no académico, y su uso de las referencias, nos condujo en un viaje por el pensamiento griego, las ciencias cognitivas, las referencias de la lingüística, la antifilosofía de Lacan y los impases freudianos, despertándonos a una lectura diferente a la repetición de slogans lacanianos. Un estilo de enseñanza que, parafraseando el título de la presentación de Graciela Schnitzer, mantiene vivo el psicoanálisis.

Se verán los efectos de este encuentro, pero desde ya se puede afirmar que nos dejó con las ganas de repetirlo.

Karen Monsalve


18 de mayo de 2011

jueves, 21 de abril de 2011

El sujeto en la práctica analítica


Reseña de la conferencia de apertura de Jorge Chamorro

Delegación Pilar del IOM- Abril/2011


¿Qué es un sujeto?


El sujeto del psicoanálisis no es una persona.
Para Freud el sujeto es sujeto del inconsciente, se diferencia del Yo.
Para hablar del sujeto del psicoanálisis hay que hablar también de síntoma en psicoanálisis.
Para el cognitivismo el síntoma es una disfunción, y como tal hay que resolverla. Esto se correspondería con el furor curandis del que hablaba Freud, el furor por curar, por hacer desaparecer al síntoma.
En el psicoanálisis freudiano el síntoma esconde una verdad, el psicoanalista es el que escucha el síntoma. Los síntomas no se curan con el furor curandis sino con asociación libre. La asociación es libre pero con determinismo psíquico, no hay posibilidad de escapar a las marcas de goce.


El síntoma para Lacan es un síntoma que está expresado en lo que se habla. El sujeto aparece representado por ciertas palabras. El sujeto no habla sino que es hablado por la repetición de las palabras.


El “ataque de pánico”, por ejemplo, es un síntoma social, un nombre social para la angustia. El psicoanálisis no cree en la escena, cree que en la escena hay una verdad. En psicoanálisis relativizamos el síntoma social, no sostenemos la creencia del sujeto “tengo ataques de pánico, soy alcohólico…”


El psicoanálisis divide entre lo que quiere decir y lo que en su discurso dice. La persona dice “me equivoqué”, nosotros sabemos que eso tiene una verdad. Para el psicoanálisis toda explicación refuerza los síntomas, entonces lo que hay que hacer es correr las explicaciones.


Por ejemplo, llega alguien al consultorio “vengo porque quiero hacer eso y no puedo”, el analista pregunta: “¿Y por qué quiere hacer eso?”, corriéndolo del “no poder” al “querer”. Apuntamos al sinsentido. Cuando no hay síntoma ni sujeto, la respuesta del analista tiene que hacerlo aparecer. Un analista divide, quita sentidos.


Fernanda Gaillard.

miércoles, 30 de marzo de 2011

LO QUE LA CONFERENCIA DE CHAMORRO ME DEJÓ

Me interesa compartir en esta breve comunicación un comentario personal acerca de la Conferencia dictada el viernes 18/3 por Jorge Chamorro y que constituyó el inicio de las actividades de nuestra Delegación de este año.


El tema que nos convocaba y en torno al cual se desarrolló la citada conferencia fue el sujeto; no me extenderé aquí sobre el aspecto teórico ni citas bibliográficas al respecto, ese será tema para ponerlo a trabajar en los talleres del Seminario.


Más bien quiero subrayar el carácter eminentemente clínico de la conferencia considerando a la práctica clínica como una práctica sostenida en un discurso: el psicoanalítico. Por menos que se lo nombrara el sujeto estuvo presente en todo el recorrido.


Para quienes trabajamos en instituciones en las que no sólo se convive con otras posiciones teóricas sino con otros discursos, en mi caso el pedagógico, resultó un aporte esclarecedor en tanto no se trata solamente de una práctica que queda relegada a las cuatro paredes de un consultorio sino que más bien está orientada por la categoría de sujeto.


Si el sujeto no es la persona, entonces es producto de una intervención: la del analista más allá del espacio físico. Así la noción de sujeto es congruente con la concepción de síntoma.


Es muy común desde hace ya bastante tiempo que la práctica pedagógica recurra a justificaciones que hacen referencia a las coordenadas de la vida familiar de un niño para explicar entre otras cosas sus dificultades para aprender, un ejemplo clásico que extraigo de mi práctica cotidiana es el siguiente: “Juan es un niño muy cariñoso, le cuesta mucho entender las consignas. No reconoce las letras. El padre lo abandonó cuando tenía 2 años...”


Como se ve se adjudica la dificultad manifiesta en el aprendizaje al hecho de que el padre haya abandonado al niño, el resultado que se verifica en general en estos casos es que tanto el niño como la docente quedan impotentes frente a la posibilidad de operar algún cambio; el niño porque no tiene padre y la docente porque ya obtuvo una respuesta sobre la causa del trastorno.


El espacio que allí encuentra un psicoanalista es abrir una brecha entre la causa y el efecto, poniendo allí puntos suspensivos para que sea en este caso el niño quien pueda completarlo con sus propias teorías. Es así como el sujeto emerge cada vez dando la posibilidad de ubicar lo sintomático que puede tener para cada uno el saber.


Karina Perez, 29/3/11